La leyenda de Cerbero

Cerbero era un perro de raza potencialmente peligrosa que su dueño, Hades, señor del infierno, tenía atado a la puerta del Inframundo. Allí se ocupaba de que los espíritus no salieran del infierno y los vivos no entraran a molestar. Por eso estaba muy cabreado y con sus tres cabezas, más respectivas bocas, te convertía en paté en menos de lo que cae un rayo mientras te pinchaba veneno, pues su rabo era una serpiente.

Heracles, que andaba haciendo las doce pruebas para ser vegano de nivel 10, es decir, conseguir el don de la fotosíntesis, habló con Zeus (que se acababa de afiliar al PACMA) sobre la prueba final y el dios le mandó rescatar a Cerbero, que ya se había cargado a varios espiritistas, tres obispos y unos cuantos investigadores del programa Cuarto Milenio.

Heracles llegó a Ténaro, por donde se entra al inframundo y al cabo, frente a Heracles, se alzó Cerbero, más cabreado que un socialista con el PSOE, el cual le miraba con sus seis ojos mientras maquinaba la mejor forma de reducirlo a pulpa de la buena. -“Chicoooo, chiquitíííín, cosita guapa, precioso mío, uyyyyyyyyyyyyy, que te como!!!!”-, le dijo Heracles, que ya era vegano de nivel 9, con su mejor y más cálida voz. Cerbero se puso a dar saltos de alegría moviendo el rabo como un loco e incitando a Heracles a jugar con su pelota. Así que Heracles lo desató y se llevó para siempre.

Desde entonces el mundo anda lleno de fantasmones que escaparon por la puerta sin guarda y se inventaron los cursos de comunicación, pues con amabilidad y simpatía Heracles confirmó que se mueven montañas.

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La puta

-No, el problema soy yo… te respeto. Aquí está lo acordado.

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melocotón

Aquella noche Daniel llegaba más tarde de lo habitual. Desde su ascenso a inspector de policía el trabajo se acumulaba. Conducía y sus pensamientos volaban hacia un tema que le incordiaba desde el nacimiento de su hija: la relación entre Laura, su pareja y Melocotón, su fiel compañero canino.

Ella y él siempre se habían llevado bien, pero en estos últimos dos meses el carácter de Laura se había vuelto irascible en general y en particular con el perro. Todo le molestaba y Melocotón, con su habitual parsimonia, se limitaba a gruñir y la evitaba. Lo cierto es que en un perro de semejante tamaño el simple gruñido podía ser aterrador.

Melocotón había sido su compañero desde que lo encontró, ocho años atrás, al desmantelar una red criminal que se dedicaba a las peleas de perros. El cachorro estaba encerrado en una jaula poco más grande que él, un pequeño naranja de ojos tristes. Ambos se miraron y ambos supieron al instante que serían amigos para toda la vida.

Aparcó el coche en el garaje de su nueva casa de dos plantas y comprobó que Laura también había vuelto del trabajo. Pero algo no marchaba bien. El instinto de policía hacía saltar una alarma en su cerebro. Ni una sola luz en las ventanas ¿Tal vez Laura se había acostado pronto? Raro, ¿estaría enferma?

Abrió la puerta y las pesadas zancadas de Melocotón en el piso de arriba le tranquilizaron. En apenas unos segundos, como siempre, el perro apareció por las escaleras, moviendo el rabo para saludarle. Y cuando encendió la luz del pasillo su vida se vino abajo.

Melocotón estaba cubierto de sangre, había dejado huellas sanguinolentas con cada paso y su alegría era incompatible con el salvaje aspecto que mostraba. En su collar, enganchado en uno de los adornos metálicos había un trozo de tela, manchado de intenso rojo oscuro… un harapo que se correspondía con el camisón preferido de Laura. Algo falló en lo más hondo del cerebro de Daniel, sacó su arma reglamentaria y descargó un par de tiros entre los ojos de Melocotón.

En el dormitorio Laura, amordazada, yacía semidesnuda atada de pies y manos a la cama. En la cuna su hija dormía tranquila. Junto a la ventana se veía el cuerpo de un sujeto con el cuello destrozado y acostado sobre el charco de su propia sangre. En la mano aún llevaba los restos del camisón favorito de Laura.

Sus compañeros de la policía comprobaron que el cadáver del sujeto se correspondía con A.A.B, recién liberado tras ocho años de condena por violación e intento de asesinato. Proceso judicial en el que Laura había participado como letrada de la acusación particular. 

capturada

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VIRUSCOM servicios genéticos

Todo ha sido por amor. Decidí ponerme en manos de profesionales para adecuarme a sus gustos. Ella adoraba a ese actor y yo quería darle lo mejor. La solución estaba en el producto estrella de la compañía VIRUSCOM.

Gracias a un carísimo proceso de variación genética – o como indicó el médico doctor que supervisó mi proceso de cambio: evolución genética- en un corto espacio de tiempo adquirí las cualidades físicas de su adorado ídolo.

Al principio resultó muy gracioso el cambio: color de ojos y pelo, constitución física, tono de piel, estatura, etc. Ni siquiera tenía que ocuparme de cuidar mis hábitos personales o sociales.

Al tomar las características físicas propias de los ídolos de masas, la gente me reconocía como uno de ellos, aceptando que yo cumplía con el resto de virtudes que muestran estos personajes públicos: alegría, entrega, perseverancia, simpatía, éxito, dinero, etc.

Gracias a mi nueva y exitosa imagen incluso pude acceder a un mejor puesto de trabajo, mejores condiciones y más remunerado.

Pero algo pasó. Con el tiempo ella empezó a mostrarse distante. Yo era el tipo perfecto, ella podía disfrutar de un hombre al que no tienen acceso el 99% de las mujeres de este planeta. Sin embargo, la distancia creció entre nosotros sin pausa hasta que ella se marchó. Se limitó a decir que ya no me amaba… ¿Cómo no se puede amar la perfección? Indignante.

Veo sobre la mesilla el “Parcasín 500 mg” que me liberará de una vez por todas. Realmente el servicio que presta HADESNET es digno de mención. Junto a las pastillas que debo tomar facilitan una habitación con todos los lujos para pasar tus últimos momentos de vida. Además, como HADESNET es una subdivisión de VIRUSCOM, todo el servicio me ha salido por la mitad de precio. Para ello sólo he tenido que donar semen con su nueva carga genética para los bancos de VIRUSCOM.

A veces pienso que tal vez hubiera sido mejor revertir el proceso de cambio y volver a ser el que era, pero en VIRUSCOM me indicaron que era imposible, que no tenían copia de mi genoma y que entre sus productos no se encontraba el de persona “normal” porque nadie paga por eso. Lo cual es lógico.

aaa

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el salero

Escondí tus notas escritas con agua marina. Como un charquito bajo mi cama, allí quedaron.
En invierno canturrearon.
Luego el sol entró por la ventana y las secó. Solita la sal marchó al salero.

aaa

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